En
el discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso, Cristina
señaló que durante su gobierno se ha alcanzado un promedio récord de trabajo de
casi 500.000 puestos por año. ¿Qué hay de cierto en estas cifras?
Escribe: José Castillo |
La
devaluación de 2002 permitió a las empresas locales acrecentar sus niveles de
competitividad y abaratar sus costos operativos, reduciendo los salarios
reales, lo cual se tradujo en un aumento inmediato en la creación de nuevos
empleos. Eso es indudable. Entre fines de 2002 y 2011, por ejemplo, se
generaron unos 4.000.000 de puestos declarados, la gran mayoría en el ámbito
público. Sin embargo, lo que ocultan las cifras arrojadas por Cristina es que
hoy la tendencia va en sentido inverso. Veamos.
Entre
2003 y 2006 se dio una recuperación significativa del empleo. Sin embargo, ha
sido una etapa de crecimiento sin cambios estructurales, de aprovechamiento de
la gran capacidad ociosa inicial (40%), tras la crisis de 2000/2001, pero
manteniendo intacta la estructura productiva de los años ´90. Es por ello que,
a partir de 2006, esa tendencia comenzó a declinar. En 2007 ese crecimiento
apenas llegó a cubrir el aumento de la población que ingresa cada año al
mercado laboral, produciéndose un estancamiento. Y en el último periodo, en
cambio, la tendencia ha sido recesiva, de contracción del empleo, disminución
de las horas trabajadas, suspensiones y despidos. En esa fase nos encontramos
ahora. Salvo en el periodo 2003-2006, las altas tasas de crecimiento económico
registradas en el período completo (un 8%, con excepción de los años 2008 y
2009) no tuvieron su correlato en un crecimiento porcentual similar del empleo.
Pero
eso no es todo. También es cierto que una parte no despreciable de la variación
favorable de la ocupación es atribuible al abultado incremento de planes
sociales que, pese a que se encuentran virtualmente congelados en montos
miserables, sirven para descarnar las cifras reales de desempleo. A eso se
debe, en parte, su crecimiento Con lo cual, la perorata kirchnerista es todavía
más engañosa.
Con
todo esto, el gobierno sostiene que la tasa de desocupación se sitúa en un 7%
(1.168.000 personas), en tanto entre los ocupados se incluyen a trabajadores en
blanco y en negro, eventuales, a quienes trabajan sólo unas horas en la semana
y a quienes perciben un “plan social”. Por fuera de ese porcentaje queda, sin
embargo, la población “inactiva” o “desalentada” -que no tiene ni busca
trabajo- que, se estima, ronda los 7.000.000.
¿Qué tipo de empleo?
La
no modificación de la estructura productiva se refleja, entre otras cosas, en
que el mayor crecimiento del empleo en todo el período corresponde al sector
público, que duplica el incremento porcentual de los puestos de trabajo en el
sector privado, empleando a unas 3.000.000 de personas. Es decir, el grueso de
los nuevos puestos de trabajo se montan en la multiplicación de los puestos
estatales y en la reactivación de empresas en desuso, no en el desarrollo de
nuevas ramas productivas. En ambos casos, privados y estatales, la calidad del
empleo creado (en especial desde 2009) es muy baja e inestable.
Así,
a lo largo de este periodo se fue consolidando un 54% de fuerza laboral en
condiciones precarizadas o desocupada. De 1990 a 1995 el promedio de
informalidad del empleo rondó el 30%; del ´96 a 2001 estuvo alrededor del 36 o
37%. En 2003 pegó un salto a casi el 50% y a partir de ese momento fue bajando
hasta llegar, en 2010, cerca del 34%. Y esta cifra aún se mantiene, más allá de
lo que diga el gobierno. Hoy, uno de cada tres trabajadores está en negro, pero
a diferencia de años anteriores es sobre la base de un retroceso del empleo en
general. Y es el Estado, casualmente, el principal empleador en negro. Según
ATE, entre 35.000 y 39.000 estatales nacionales tienen una situación laboral
precaria, sin estabilidad y con parte de sus salarios “en negro” o “no
remunerativos”. El caso más resonante es el del propio Ministerio de Trabajo,
que tiene al 70% de sus trabajadores con contratos que se renuevan cada 6 o 12
meses.
Hoy,
con una Canasta Familiar que se calcula por encima de los 7.000 pesos, el
ingreso promedio de todos los trabajadores se sitúa alrededor de los
3.500/4.000 -en el caso de los 4.200.000 en negro, de los $2.000- y este modelo
sigue con el robo del Impuesto al salario. Es por todo esto que las luchas -que
en los discursos de Cristina no encontrarían asidero y parecieran ser poco más
que un capricho o un intento de desestabilización- nunca se frenaron en todos
estos años, hasta llegar a la primera huelga general contra el kirchnerismo
peronista el pasado 20N.
Juan Rivera
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